ro Radamés: — No pido más que la libertad de estos pelele esclavos. — \Narices\ exclaman los sacerdotes, temiendo que vuelvan á las andadas, pero por fin los libertan, reteniendo sólo al supuesto oficial . El Faraón concede además á Radamés la mano de su hija Amneris. Esta goza antei la humillación de Aida; Aida pierde la esperanza de su felicidad, y Radamés se arma un lío con todo aquello, en tanto que el pueblo bárbaro, canta que te cantarás, se entrega al júbilo como diciendo; — \Aha pililí\