no rigieron la Abadía entre iodos sino desde 1617 a 1629, en que entró a ser Abad Fr. Mauro Olabarriela. Fué este, hombre de grandes alientos litera~|- i ríos y de construcción. Escribió la historia de Valvanera, firmándola, para autorizarla, con el nombre muy conocido, de Sylva. Más que por ser autor de una de las historias de nuestro Santuario, ha logrado gran realce su nombre por las grandes construcciones que emprendió durante los 16 años que en distintos cuadrienios fué Abad. Casi todo lo que vemos, excepción hecha de la iglesia, que, como ya dijimos, fué construida en el siglo XV, es obra de este Abad, aunque no ocupo la Abadía los cuatro cuadrienios seguidos sino interpolados entre 1650, en que empezó las obras, hasta 1661, en que dejó de ser Abad en su cuarto y último cuadrienio. Es notorio que los cuatro Abades que gobernaron en ese período de 31 años alternando con él en el abadiado, continuarían las obras en el punto en que el Abad Olabarrieta las dejaba. De todos modos, la historia hace constar que en 1630 prolongó la nave central hacia el camarín, privándola indudablemente de las justas proporciones que tenía (y que hoy ha vuelto a tener); fabricó el panteón (en el local que hoy ocupan la sacristía, el camarín y las hospederías del oriente) donde se guardaban las reli-