? 38 ? de sentir, y desde entonces se ha considerado al clero como el primero y mayor enemigo de toda libertad, así en la esfera política como en la científica. Esta conducta del clero ofrece, con todo, cortas, aunque gloriosas excepciones. El cristianismo cuenta entre los prelados intérpretes venerables de la moral cristiana y dignos de su Divino Maestro; mas estos apóstoles del Evangelio^ código sagrado de los derechos del hombre, se hallan desposeídos del ejercicio activo de su misión. Roma les niega la consagración canónica, y el gobierno del Estado , débil siempre y sin la conciencia de sus deberes y de las necesidades del país, deja sin tomar una resolución, prolongar con mengua de su propia dignidad y de la independencia de la nacion^as cuestiones cuyo exámen ha usurpado el Vaticano; y mientras Roma niega la investidura á los obispos electos por el gobierno constitucional, este autoriza á obispos famosos para volver á sus diócesis, de donde fuéron extrañados por el abuso escandaloso que hicieron de su influjo. No es esta la menor de las acusaciones que los españoles pueden dirigir contra el gobierno que rige el país desde 1843. ? ? ? ?