78 GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA gar; pero que tiempo habrá para todos de irle conociendo. Andense, ándense... Marcela. ? No, papá; si nosotras... Amparo. ? Si nos da lo mismo. Don José. ? Andense, ándense, que e mi gusto. Anita. ? Si no nos importa quedarnos en casa. Amparo. ? Que lo diga mamá. Don José. ? Andense, ándense. Amparo. ? Como usted quiera. ¿Vamos, mamá? Doña Felicia. ? Vamos donde quieras. Anita. ? Eso es; y el papaíto se queda aquí charlando con su amigo del alma, ¿verdad? ¡Ajajá!... ¿Por qué no juegan ustedes a las cartas? ¿Se queda usted contento, verdad? Don José. ? ¡Cómo no, mi hija, cómo no! Viéndolas a ellas tan alegres... Doña Felicia. ? (Con aire de resignación.) Hasta por ahi. Don José. ? Adiós, adiós. Marcela. ? (Como avergonzada.) Adiós. Don José. ? Adiós, mis hijas. (Salen todas con un poco de confusión, y cuando ya se las supone en la calle se oye reír