~ 56 ? sis fió en la iglesia, compuesta de su capilla mayor (hoy llamaríamos nave central) y dos laterales (hoy llamaríamos crucero), y, además de eso, las hospederías para los visitantes y habitaciones para los religiosos, eremitas, primero, y monasteriales después. La historia primitiva sólo proyecta desde sus páginas, un rayo de luz a cuyo favor nos es dado ver a los laboriosos ermitaños levantando presurosos los sagrados muros, pero sin cuidarse de grabar en alguna piedra el año en que, después de labrada, la colocaron sus sudores, para conocimiento de los siglos venideros. Tal vez lo hicieron constar dentro de ios escritorios, en los arrugados pergaminos del archivo; pero los trazos fijados en el becerro no suelen, por mil causas diferentes, tener la consistencia de lo esculpido en la piedra; y así, la anhelada fecha ha quedado borrada por la esponja de los siglos en el flexible pergamino, en la dura piedra y hasta en la olvidadiza memoria de los hombres. Quedan, pues; siempre dos puntos oscuros: 1. ° ¿Cuánto tiempo tardó Ñuño en retirarse a la soledad de la cueva del Alambre desde que se empezaron las obras a propuesta de su compañero Domingo? 2. ° ¿Cuántos años pasaron después de haber elegido Prefecto los ermitaños, hasta que aceptaron éstos la vida monasterial y Regla de San Benito? Son esas dos incógnitas ante las cuales